lunes, 20 de febrero de 2017

Relato: Perspectiva infantil. - (Divagacionistas. Tema: Trenes)

Perspectiva infantil

      El viento invernal pilló por sorpresa a la pequeña, que cerró los ojos, molesta por tener el pelo de nuevo en la cara. ¡Qué incómodo! Intentó apartar los rizos con su mano libre mientras que la otra seguía agarrada a la de su padre. Todo lo que la rodeaba era nuevo para ella y no quería alejarse de él. El andén, mayores hablando con sus móviles o leyendo esos libros sin dibujos tan aburridos. Y delante de ella, eso que se llamaban… ¡vías! Era por donde viajaba el tren, ¿no? Lo había dado hace poco en el cole. Se balanceó sobre sus talones mientras miraba hacia los lados, inquieta por ver llegar el tren.

      De repente, un ruido metálico resonó a su alrededor. Abrió los ojos, expectante, pero nada aparecía. “Mira, ¡ya viene!”, le indicó un susurro cercano. Sujetó con más fuerza la mano de su padre mientras una silueta rojiblanca aparecía junto al andén. ¡El tren! Se quedó boquiabierta al ver algo tan grande aparecer frente a ella. Cuando las puertas más cercanas se abrieron y comenzó a salir tantísima gente, no se lo creía. ¿Iba a montar en eso? Miró hacia su padre, que sonrió al verla tan sorprendida, mientras avanzaban hacia el interior de aquel coloso de metal.
      Nada más entrar, unos agudos pitidos se escucharon en el vagón, asustándola: las puertas se cerraban. Su padre suspiró aliviado, mientras que a través de los cristales aún se podía ver la imagen de algunos mayores que no habían llegado a tiempo. Parecían enfadados. Quizá eran como esa gente tan ocupada del tren y querían ir con ellos. Como consuelo, decidió saludarlos con la mano mientras el tren se ponía en marcha.
      Cuando el tren comenzó a ganar velocidad, la pequeña encontró un nuevo entretenimiento. Se soltó de su padre y se encaramó a un asiento cercano. “Anda, siéntate bien.” Ella hizo caso omiso; el paisaje la había encandilado. ¡Todo iba tan rápido! Intentaba seguir los árboles con la mirada, pero se le escapaban. Las colinas crecían y desaparecían, dando paso a edificios, vallas, personas… Todo ello duraba segundos. Quizá por ello, el viaje se le pasó volando y un frenazo inesperado la sacó de sus ensoñaciones. “¡Fin del trayecto, pequeña!” Buscó de nuevo una mano conocida y, sonriente, saltó de la silla para echar a correr. En su imaginación, iba tan rápido como el tren.

Quizá deberíamos probar a ver esas cosas que nos acaban resultando monótonas, rutinarias y repetitivas a través de un cristal distinto.
La de los niños parece una buena lente por la que mirar.

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